martes, 18 de septiembre de 2007
El Ex-campanero
Un hombre humilde, sin ninguna formación, trabajaba en la iglesia de una pequeña ciudad del interior de Brasil. Su trabajo consistía en tocar la campana cuando señalaba el Padre. Pero un día cambiaron las cosas: el Obispo decidió que todos los funcionarios de las parroquias de su obispado tenían que tener, como mínimo, estudios primarios. De esta manera pensaba estimular la educación pública. Pero para nuestro viejo campanero, analfabeto y demasiado mayor para empezar de nuevo, aquello significó el fin de su trabajo. Recibió una pequeña indemnización, los agradecimientos de turno y una carta en la que se le comunicaba que había terminado su actividad en la iglesia. A la mañana siguiente, no teniendo nada que hacer, se sentó en un banco de la plaza para liarse un cigarro de mezcla. Les pidió prestado un poco a dos amigos que se encontraban allí, pero todos estaban con el mismo problema: había que ir a la ciudad vecina para comprar tabaco.
- Tienes tiempo de sobra -dijo uno de los amigos-. Tú vas a comprar tabaco y nosotros te pagamos una comisión. El ex-campanero empezó a realizar esa tarea regularmente. Con el tiempo vio que faltaban muchas otras cosas de la ciudad y comenzó a traer encendedores, periódicos y demás, hasta que se vio obligado a abrir una tienda, ya que cada vez le encargaban más cosas. La tienda prosperó, el hombre amplió su negocio y se convirtió en uno de los empresarios más respetados de la región. Trabajaba con mucho dinero y un buen día se le hizo necesario abrir una cuenta bancaria. El gerente lo recibió con los brazos abiertos, el viejo sacó una bolsa llena de dinero en billetes de mucho valor. El gerente rellenó su ficha y finalmente le pidió al viejo que firmara.
- Lo siento -dijo éste-. No sé escribir. El gerente se quedó asombrado:
- ¿Entonces cómo consiguió todo esto siendo analfabeto?
- Lo conseguí con esfuerzo y dedicación.
-¡Enhorabuena! ¡Y todo sin haber ido jamás a la escuela! ¡Piense hasta dónde hubiera llegado si hubiera podido estudiar!
El viejo sonrió:
- Puedo imaginármelo muy bien. Si hubiera estudiado, todavía estaría dando las campanadas en aquella pequeña iglesia que usted puede ver desde la ventana.
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