Un hombre de negocios visita a un amigo en su oficina y le dice: Vengo a proponerte un buen negocio
-¿De qué se trata? -preguntó el amigo.
-Es muy sencillo, -contestó el negociante. -Tienes que invertir treinta mil euros en un negocio de nuevas tecnologías. Recuperarás rápidamente tu dinero, más un interés del 10% garantizado.
-¿Qué quiere decir garantizado?, -preguntó. -Quiere decir que con mis bienes respaldo totalmente la operación y garantizo que recuperarás rápidamente tu dinero, así como el interés acordado. -¿Y cuanto tiempo tendré el dinero inmovilizado? –preguntó intrigado. -No mucho, -respondió el amigo. –A lo sumo veinte minutos. |
-¡Veinte minutos! No puedo creerlo. Quieres decir que si te doy treinta mil euros, tú me los reintegrarás con una prima de tres mil euros y en tan sólo veinte minutos.
-Efectivamente, le respondió sonriente.
-Perdona que tenga mis dudas, pero... no es que no te crea. Nos conocemos hace mucho tiempo, hemos hecho buenos negocios, pero este me parece un tanto exagerado... En veinte minutos no creo que puedas ir muy lejos, apenas llegarás al aparcamiento...
-No necesito ir al aparcamiento, ni tan siquiera salir de tu despacho, sólo necesito hacer una llamada telefónica desde mi celular y ya habrás ganado tus tres mil euros.
El hombre se quedó un tanto extrañado, pero luego empezó a pensar en las nuevas tecnologías y en como en unos instantes se hacían operaciones en las bolsas de todo el mundo. Finalmente, el hombre puntualizó: ¿Ni tan siquiera vas a salir de mi despacho?
-No lo necesito, -respondió el amigo.
-En ese caso trato hecho, cuenta con el dinero. Adelante.
-No, no. Necesito que me lo des en efectivo, -puntualizó el amigo, -sino es imposible hacer el negocio.
El hombre extrañado se levantó y abriendo la caja fuerte, separó una cantidad y se la entregó a su amigo.
Éste, tomándolo lo contó. Lo miró detenidamente y respirando profundamente se lo metió en el bolsillo diciendo: Ahora es el momento de multiplicarlo.
Y sacando su teléfono del bolsillo marcó un numero, preguntó por alguien y comenzó una ardua negociación.
El hombre no entendía muy bien de lo que hablaban. Su amigo con gran seguridad argumentaba y trataba de convencer a alguien de la necesidad de ampliar su participación en ciertos valores en el extranjero. Hablaron de cuentas, servicios y muchas otras cosas. Cuando terminó la conversación, el hombre de negocios dijo sonriendo.
-Finalmente han aceptado mi proposición. Acabo de ganar una fortuna. Aquí tienes tu dinero y el interés acordado.
-Pero no entiendo, -le respondió el amigo. -Yo creía que ibas a invertirlo en algo y... Pero no ha sido así. Sólo has tenido el dinero en tu bolsillo. ¿Para qué lo necesitabas?.
-Muy fácil, -le dijo el hombre de negocios. -Para negociar y ganar dinero es preciso sentirse seguro. Y esa seguridad se obtiene cuando realmente ya tienes dinero.
Frederic Solergibert es autor del libro Lo que no se ve, publicado por Ediciones Urano
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